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JESÚS ES LA LUZ DE MI MUNDO

Jesús es la Luz del Mundo.

Creo que muchos hemos tenido la experiencia de creer en Jesús a veces un poco a ciegas. Nos hemos fiado de Él porque ha sucedido una experiencia transformadora y definitiva que cambió nuestra vida, pero no entendemos todo lo que Él nos dice. Ante esto, nos fiamos o nos alejamos.

Bien, el otro día rezaba y ponía delante del Señor cosas que no veía. No cosas abstractas o enseñanzas generales, sino cosas de mi propia vida, formas de actuar de Él en mi vida que no alcanzo a encajar, y cosas que me pone delante que no consigo apreciar.

Entonces pensé que uno puede no estar “viendo” por tres motivos: porque no hay luz, porque el objeto iluminado no brilla, o porque uno está ciego.

Dios es Luz. Y eso me lo ha demostrado ya muchas veces. De hecho, cuando alcanzo a ver un poco más de su Luz, me sobrepasa. De modo que, si no veo, no pienso que sea por falta de luz.

Hay objetos que no brillan, que no reflejan la luz que reciben. Eso es cierto. Dios creó todo bueno, pero en el desorden que el pecado introdujo hay seres que atrapan y consumen la luz en lugar de devolverla. Esto es también verdad y creo que muchos tenemos experiencia de ello. En lenguaje actual lo llama personas tóxicas. En ocasiones yo mismo lo he sido, no he dejado reflejar la Luz con la que Dios me ilumina, me he avergonzado de ella. No he sido capaz de mirarme con el Amor con el que Dios me mira y me he mirado con la vergüenza de Adán, con falsedad y mentira. La mentira arraigada en el corazón es la que atrapa y desperdicia la Luz.

En tercer lugar, como decía, uno puede no ver porque carece de la posibilidad de ver, es ciego. Me encanta el momento en que Jesús cura a un ciego y éste no es capaz de ver bien al principio. Se había creado un mundo con sus sentidos incompletos, y llega a decir eso tan divertido de “veo hombres, que son como árboles que se mueven” (Mc. 8,24). Casi no es capaz de distinguir una persona de un árbol. Así me siento yo muchas veces. Tengo delante de mí la realidad creada por Dios, todos sus dones, toda su belleza, y no soy capaz de verla. Tengo personas increíbles, llenas de luz, y no veo nada. No es por falta de Luz, ni en este caso porque el objeto no brille. Es mi ceguera, que me impide ver. Pienso que toda la vida merece la pena si me dejo curar por Jesús y veo, aunque sea un instante, la Belleza que me regala y que tengo delante.